Otra vez un caballo suelto provocó un accidente en las calles de Balcarce. Esta vez, en la intersección de Caseros y 31, un motociclista resultó herido y el animal murió en el acto. No hubo víctimas fatales, pero pudo haberlas. Y eso es lo más grave: seguimos viviendo con la suerte como única barrera entre la vida y la tragedia.

Balcarce ya conoce el costo de esta irresponsabilidad. Hubo muertos, heridos y familias destruidas por el simple hecho de que alguien no aseguró correctamente su animal o decidió dejarlo libre a su suerte. No son accidentes: son consecuencias directas de la negligencia de los dueños y de una falta de control municipal.

Dejar un caballo suelto es un acto de irresponsabilidad, una forma de poner en riesgo la vida ajena. No sirve el “se me escapó” ni el “no lo vi”. Si uno tiene un animal de ese porte, tiene la obligación moral y legal de garantizar que no represente un peligro público.

Mientras tanto, los vecinos circulan con miedo por la 107, caseros o 39, todo el camino de circunvalación, donde los animales aparecen de la nada, y los motociclistas —el eslabón más débil del tránsito— pagan las consecuencias.

Es hora de actuar con firmeza. Las vidas que se perdieron deberían haber sido la señal de alarma. Sin embargo, seguimos acumulando accidentes evitables y promesas incumplidas. La culpa no es del caballo: es del dueño. Y de una sociedad que mira para otro lado cada vez que un animal suelto provoca un desastre.

Por: Radio GABAL

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